Por Enrique Blasco Garma, economista del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (CIIMA/ESEADE)
Diario Perfil, domingo 10 de mayo de 2009
Desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, fuimos una nación próspera, de las más ricas del mundo. Desde entonces, retrocedimos mucho. Ahora, nuestro ingreso (8.150 dólares por habitante) es inferior al promedio mundial (9.150 dólares) y muy por debajo de las naciones prósperas (50.000 dólares). La conversión de Argentina en un país pobre indica que tomamos malas decisiones. Y el país se rezaga. El problema es desentrañar la causa. Echar culpas al extranjero o enemigos internos no ayuda.
En una investigación para la Fundación Zorraquín, encontré que la estructura de las informaciones para la toma de decisiones está muy distorsionada, en Argentina. Para entender la cuestión: la productividad de los habitantes de una nación depende de la estructura de decisiones individuales, en un contexto social. Ahora bien, el proceso decisorio es muy complejo. Cada mente capta determinados datos con preferencia sobre otros. Por eso, es muy importante que existan reglas estables y conocidas por todos. Así podemos entendernos y coordinar nuestras actividades en forma eficaz. Un idioma, un juego, el futbol, consisten en normas y procedimientos para aplicarlas. Las reglas reservan espacios de actuación individual y son necesarias pues los actos de terceros inciden sobre el resultado de nuestras decisiones. Por ejemplo, el tránsito de vehículos puede estar trabado, por otros autos, obras o piqueteros; progresamos en la medida que dicho tránsito esté despejado de obstáculos innecesarios. Del mismo modo, un ladrón o un gobierno que impone un tributo sorpresivo alteran el producto de nuestras decisiones. El progreso económico es consecuencia de la coordinación de las actividades, superando conflictos y encontrando beneficios recíprocos. Como una orquesta, requiere normas estables para enfocar las decisiones personales en mejorar el resultado.
Las reglas estables son el basamento de la sociedad, porque las decisiones individuales son interdependientes. Sin embargo, la práctica nacional ha sido no venerar la estabilidad ni el cumplimiento de las normas, sin importar de quien se trate. El fútbol se popularizó en el mundo porque la FIFA hace cumplir las normas, estables en todas partes, sin privilegios ni discriminaciones. Todos juegan con las mismas reglas.
El conocimiento da poder. Las sociedades pobres sufren de incertidumbre, ignorancia. Anticipar los posibles actos de quienes pueden afectarnos mejora nuestras capacidades. Las decisiones se nutren de conocimientos, que permiten mejorar los resultados obtenidos. Las personas deciden en base a la información disponible. Si es incierta, porque determinados funcionarios o personas, al margen de las normas, pueden interferir, las decisiones serán pobres y poco productivas. Las sociedades prósperas se caracterizan por reglas estables e información cierta.
En Argentina, la información está deformada por varias razones. Los funcionarios disfrazan los datos (INDEC y otros entes). Además, la información es equívoca, porque las normas tuercen la realidad: tanto las retenciones agropecuarias como los precios de energía señalan beneficios privados inferiores a los sociales. El productor recibe un ingreso mucho menor a las ventajas sociales de su actividad. Encima, los cambios imprevistos de normas alteran las expectativas. Consecuencia: se invierte menos. Empresarios agropecuarios emigran a Uruguay o Brasil. El Banco Central reconoce se fueron del país 21.000 millones de dólares, en 2008. Las capacidades se desperdician y Argentina se rezaga.
Al variar las normas, se altera la estructura de decisiones. El poder ejecutivo tiene tanto poder que el pueblo queda desapoderado. Las decisiones que más pesan están concentradas en pocos. La población es pobre; no los dirigentes.
El camino para el progreso no está en la declamada redistribución del ingreso, si no en afirmar los derechos individuales y la calidad de la información. Ningún programa de desarrollo debiera obviar el fortalecimiento de la justicia y la transparencia de las informaciones.
Concluyendo: el problema es la calidad de las decisiones individuales. Los ingresos son bajos porque la información con la que se decide es incierta y distorsiona los beneficios para la población. El proceso decisorio es pobre y los resultados están a la vista. Debemos cambiar la estructura de informaciones y toma de decisiones para volver a ser una nación próspera.
1 comentario:
Muy clara su explicacion, me gsto su nota. Roberto
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