Ámbito Financiero. Por Enrique Blasco Garma
Existe una fuerte discusión política y económica respecto del peso de la deuda pública sobre el crecimiento de los países y el gasto en intereses de servir esas obligaciones. Ese debate da lugar a falacias, que existen porque siguen un razonamiento fácilmente comprensible, aunque dejan de lado elementos sustanciales. La falacia se construye así. A mayor deuda pública corresponden mayores gastos de intereses para cumplir la deuda y, por ende, mayores impuestos y menor crecimiento. Este razonamiento penetra en todas las mentes, sin exigir demostración alguna. Sigue así: a mayor endeudamiento público más riesgo, peor calificación, y mayor tasa de interés exigida. Esta visión se vio fuertemente respaldada por el trabajo de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, dos prestigiosísimos economistas de EE.UU. Ellos concluyeron: cuando la deuda pública excede el 60% del PBI, el crecimiento cae en un 2% anual. Y cuando supera el 90%, la tasa de crecimiento cae a la mitad. Esto lo publicaron, en un artículo muy influyente en la discusión política, en el más prestigioso de los Journals, American Economic Review de diciembre 2010. El impacto fue tal que dio lugar a un libro, "Esta vez es diferente", de gran éxito e influencia política en EE.UU., especialmente en el Partido Republicano, aportando munición para las reducciones de gastos federales y mayores impuestos de 2013. Y también prendió en Europa, tanto en la eurozona como en el Reino Unido. Los partidarios de la austeridad fiscal encontraron un fuerte soporte en este paper. Más tarde, varios autores criticaron la calidad de los datos, empañando la contundencia del relato.
Desde finales de la década de 1960, la deuda pública de la mayoría de las naciones ha estado creciendo en forma continuada. En EE.UU. la relación deuda pública total/PBI era del 41% en 1980. Ahora supera el 100%; no obstante, la tasa de interés a 10 años primero creció del 6,67% anual, al final de la década de 1960, hasta casi el 14% en 1981 por la contracción monetaria para frenar la inflación, hasta la actual del 2,7% nominal. Y en títulos ajustados por inflación, el rendimiento cayó del 3% anual, antes de la crisis en 2007, al actual 0,6% anual. Es ese lapso, la deuda federal de EE.UU. aumentó del 58% al 104%. Lo mismo el Reino Unido y demás países avanzados. El caso de Japón es emblemático, con una deuda del 50%, en 1980, y superior al 240% en 2013, paga las menores tasas de interés del planeta, el 0,6% nominal anual a 10 años y el 1,75% a 40 años. El conjunto de los países de la OECD presenta un endeudamiento público del 110%, cuando en 2008 alcanzaba sólo el 40%. Y las tasas pagadas por la deuda nacional cayeron drásticamente. Cabe advertir que al término de la Segunda Guerra Mundial, el endeudamiento había alcanzado los niveles actuales para luego caer a un poco más del 25%, a finales de la década de 1960 y principios de 1970.
No obstante la creciente deuda pública, manifestada desde mediados de la década de 1970, las tasas reales de interés tocaron un pico en 1982 -época de la crisis de la deuda en la Argentina y el resto de Latinoamérica- para luego ir descendiendo paulatinamente. Hoy los países con nexos financieros fluidos pagan tasas de interés reales muy cercanas a cero.
Seguramente existen varias y diversas explicaciones de por qué las tasas reales de interés han estado
decreciendo marcadamente hasta llegar a cerca de cero, o incluso negativas, a pesar de las deudas públicas tanto más voluminosas, en continuado ascenso. El Fondo Monetario Internacional dedica todo un capítulo de su último World Economic Outlook al tema, donde propone varias explicaciones.
Desde el punto de vista de la economía que enfatiza los encuadres institucionales, la mayor confianza generada por gobernanzas transparentes/previsibles, con funcionarios responsables ante el electorado, la Justicia y demás entes de control ciudadano justifica la baja del riesgo y, con ello, la menor inflación y menores tasas reales de interés. En general, las deudas tanto públicas como privadas se expanden en contextos de desarrollo económico y social. El progreso conduce a la progresión de contratos. El mismo acto o actividad económica se divide en mayor número de contratos para satisfacer a un número más grande de actores económicos y así obtener mayores valores. Más riqueza. En consecuencia, a medida que las naciones maduran se multiplican los instrumentos financieros y las deudas. El desarrollo aumenta los activos financieros, las deudas de los actores económicos, más que la producción de bienes y servicios.
La falacia de la incidencia de la deuda pública merece mayores estudios. Su influencia en la política económica de una nación es muy considerable.
*Economista
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