Por Enrique Blasco Garma
Ambito Financiero, 19 de noviembre de 2009
Existe mucha confusión respecto de la economía mundial. Por eso, la gente está ávida de explicaciones. Para complacerla, los comentaristas enhebran conjeturas especiales para cada suceso. Muchas veces las teorías no concuerdan con datos comprobables. No obstante, las explicaciones más comprensibles se tornan populares, difundidas y repetidas por voceros y analistas. Aunque no guarden relación con las enseñanzas fundamentales de la teoría económica ni con otros datos comprobables. A fuerza de repetición, esas supuestas verdades ganan credibilidad. Hasta que un suceso nuevo las desmiente. En ese momento, mandan la teoría al cajón; los inversores pierden dinero y se lamentan de la falta de conocimiento de los asesores. Una teoría bastante en boga es el «carry trade», o bicicleta entre monedas y activos financieros. Según esta visión, los especuladores compran activos de alto rendimiento, endeudándose en dólares, por tener las tasas de interés más bajas del mundo. La ganancia sería doble; por un lado, apuestan a la valorización del activo denominado en euros o en monedas emergentes; por el otro, ganan con la devaluación del dólar respecto de esas monedas. Encima, esta bicicleta deprimiría al dólar, pues, al endeudarse en la moneda norteamericana y venderla para comprar euros, rupias o reales y el activo deseado, el dólar se depreciaría. Esta teoría explicaría tanto la revalorización reciente de los activos y las materias primas, en todo el mundo, como la devaluación del dólar. Además, explicaría por qué cuando las Bolsas y mercados caen, el dólar se aprecia. Una consecuencia de bajarse de la bicicleta. La teoría se verifica y todos satisfechos. Sin embargo, una vez que se repasan las cifras, comenzamos a dudar. EE.UU. no tiene superávit sino déficit en la cuenta corriente del balance de pagos internacionales. En otras palabras, recibe fondos netos del exterior. Por lo tanto, no puede financiar compras de activos externos en forma neta. Además, ese déficit no es nuevo, si no que cada uno de los años, desde 1982, recibió financiamiento neto del exterior. Y en forma abundantísima, en esta década. Así, en 2008 recibió 706.000 millones de dólares netos. En el segundo trimestre de 2009, 99.000 millones de dólares en forma neta. Resulta claro: EE.UU. recibe muchos más fondos que los que presta al exterior y lo hará por bastante tiempo. A pesar de tener las menores tasas de interés del mundo, en el corto plazo, que es el utilizado por los especuladores del «carry trade». Ello no impide que muchos inversores puedan endeudarse en instituciones norteamericanas e invertir en el exterior. Pero contradice cualquier explicación basada en que EE.UU. financia al resto del mundo y que los especuladores venden los dólares obtenidos de préstamos, devaluando esa moneda. Las relaciones financieras internacionales son muy complejas, de dimensiones considerables, superiores al PBI anual, y no son aptas para teorías sencillas. El déficit de pagos de EE.UU. no es un único movimiento financiero. Al contrario, es el resultante de miles de millones de operaciones independientes. A fin de 2008, último dato disponible, los norteamericanos poseían activos en el exterior por 19.900.000 millones de dólares, o 19,9 billones. Y el resto del mundo tenía 23,3 billones de dólares en EE.UU., cifras superiores al PBI de 14,5 billones, en 2008. Ese año, los extranjeros aumentaron sus activos en EE.UU. en 2,9 billones de dólares; y los estadounidenses incrementaron sus activos externos en 1,6 billón de dólares, magnitudes considerablemente superiores al déficit citado de pagos de 0,7 de billón. En todo 2008, el aumento en las tenencias de billetes dólar de los extranjeros fue de apenas 29.000 millones, una cifra insignificante ante los movimientos mencionados. En el segundo trimestre de 2009, los extranjeros (compatriotas y habitantes de países en desarrollo incluidos) incrementaron sus tenencias de billetes verdes en 1.900 millones, cuando el déde pagos fue de 99.000 millones. Evidentemente, tampoco la teoría económica internacional contempla estos movimientos. A lo largo de su historia, el dólar sufrió varias depreciaciones «sin precedentes», seguidas de consiguientes revalorizaciones. Entre enero y noviembre de 1990, el dólar se desvalorizó el 20% respecto del símil del euro, para luego apreciarse el 25%, hasta junio de 1991. Luego se devaluó el 25%, hasta febrero 1992, para revaluarse el 30%, hasta diciembre de 1993. Entre setiembre de 1998 y octubre de 2000, la moneda europea perdió el 30% de su valor respecto del dólar. Otras monedas también sufrieron bruscas oscilaciones respecto del dólar. Lo concreto es que no existe ningún otro signo monetario con el prestigio de 233 años de mayor estabilidad, afianzado por el más creativo y extendido sistema financiero institucional y de empresas privadas, con el respaldo de un Estado responsable ante su ciudadanía y las Fuerzas Armadas más poderosas del planeta.
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