Por: Enrique Blasco Garma
Ambito Financiero - 11 noviembre 2015
Se adelantaba nuestra columna del 20/10/2015, en Ámbito Financiero, "Todos los actores económicos observan con máximo interés los indicios para anticipar las medidas cambiarias de la próxima administración. Y, más aún, seguirán con atención los anuncios de los nuevos funcionarios. Es que la política cambiaria es central para una sociedad con alta volatilidad. "Es un interrogante principal del plazo urgente. La política cambiaria es central para determinar precios de venta y compra, salarios, costos, ingresos, activos, deudas y patrimonios. Y es una cuestión ineludible para cualquier nuevo gobierno en Argentina, sea Macri, sea Scioli. Pues el Banco Central carece de reservas y Argentina tiene déficit en sus cuentas externas. Y la emisión monetaria, del orden del 40% anual, excede lo requerido para abatir la inflación. Al mismo tiempo, con el déficit fiscal del orden del 7% del PBI, no es esperable llevar la inflación a niveles más amigables, cuando no existe actualmente otro financiamiento para el estado nacional. Para desenroscar la incertidumbre de cualquier observador, comencemos reconociendo una fuerte vinculación de los precios internos con el tipo de cambio. Algunos voceros no asignan mucha magnitud al denominado "pass through", o traslado de devaluación a precios. Y citan experiencias de diversos países. También aducen que muchos importadores se nutren del "contado con liquidación", de suerte que una suba del oficial a ese nivel tendría impacto menor. Mi experiencia es que todas las devaluaciones impactaron en precios, y cuánto mayores más. Los que idearon el Rodrigazo de 1975 y otras maxidevaluaciones también pensaron que el traslado no sería tan notable. Podemos citar muchas experiencias, tanto en Argentina como en otros países de devaluaciones con fuerte impacto. Especialmente en sociedades donde el dólar es la unidad de cuenta de muchas transacciones. Un caso reciente es la de devaluación 30% del rublo ruso, que llevó la inflación al 15% anual. Supongamos, por un momento, que tienen razón, y que logran compensar buena parte del impacto, y los precios internos de los bienes importables no suben en proporción. Pero los valores de los exportables necesariamente trasladarán a precios internos el nuevo tipo de cambio para liquidarlas más la reducción de las retenciones y otros impuestos. De todos modos, sea menor o mayor la repercusión inicial, la dinámica de emisión monetaria para financiar el déficit fiscal, agrega presión al tipo de cambio y precios todos los días. Al tiempo que el déficit se agranda diariamente por mayor costo de pagos al exterior, servicio de deudas, importaciones. Y si el BCRA carece de divisas y voluntad para regular el mercado, las fluctuaciones cambiarias serían considerables, añadiendo desconcierto. Y sabemos, si suben los precios internos, los salarios y gastos del estado, empresas y particulares también se ajustarían, especialmente con una economía vibrante. Inflación que alimenta mayores precios. ¿Cómo detener ese círculo vicioso? La realidad es la única verdad. Cualquiera fuese el resultado del balotaje, la nueva administración deberá hacer frente al problema de una economía y sistema político con muchas distorsiones. No es un tema de voluntad, de lo que quieran hacer los nuevos mandatarios. La situación inicial de los nuevos gobernantes será la misma, con diferencias en las expectativas de la gente y operadores. Esta columna intenta exponer algunas relaciones dinámicas entre las variables cambiarias, monetarias y fiscales. Las políticas exitosas requieren gran trabajo previo, competente, apoyadas con conocimiento, consensos amplios, novedades estructurales y refuerzos institucionales para destrabar actividades productivas y afianzar certidumbre y derechos personales. Estas falencias hacen que sea tan frecuente el fracaso de los primeros equipos económicos de cada nuevo gobierno, por lo que son reemplazados dentro del primer año y medio. Sin previsibilidad en el tiempo, las fuerzas creativas se coartan, no hay inversión ni trabajo de calidad. La política cambiaria, monetaria y fiscal consistente y consensuada es central para lograr la mejor coordinación de los esfuerzos individuales de todos los miembros de la sociedad, en pos de la expansión de la producción y niveles de vida de nuestros ciudadanos. Por supuesto es central pero no suficiente. Debe acompañarse de avances en la estructura institucional. Un riesgo mayor es encargar el diseño del programa a un iluminado, que desoiga conocimientos e intereses legítimos.
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