Autor: Enrique Blasco Garma Ed. Lumiere, Junio 2005
Introducción
Si la miseria de los pobres
No fuera consecuencia de las leyes de la naturaleza
Si no de nuestras instituciones,
Grande sería nuestro pecado.
Charles Darwin
¿Porqué hay países ricos y países pobres?
¿Qué distingue a unos de otros? ¿Porqué las diferencias son tan marcadas?
Asombra que el país de residencia sea la mejor explicación de las diferencias de ingresos en el mundo. El 83% de la humanidad habita en países que apenas producen el 10% del ingreso mundial, en amplio contraste con el 17% remanente, que vive en las naciones más prósperas y logra el 90% del total de los ingresos. En 2004, el 10% de los seres humanos, los habitantes de los países más pobres, ganó $ 264; mientras otro 10%, residente de las naciones más prósperas, ganó $ 37.600. Naturalmente, llama la atención esa brecha tremenda entre los logros de unos y de otros. Y que se haya acentuado en las tres últimas décadas, justo cuando más recursos se volcaron a achicar la pobreza.
Entidades financieras multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional y sus asociados Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Africano y Banco Asiático han invertido sumas formidables para promover el desarrollo y erradicar la pobreza. También, las naciones más poderosas del planeta y múltiples organizaciones destinan fondos considerables para ayudar a los carenciados. Sin embargo, esos esfuerzos no han sido satisfactorios ¿Cuál es la falla? ¿Por qué se acentúa la miseria? ¿Cómo explicar qué la mayoría de la humanidad sigue sumida en la pobreza?
Comprobamos que simplemente trasponiendo fronteras políticas se consiguen resultados bien diferentes y no parece razonable que esos límites se hayan trazado exactamente por la divisoria de los recursos naturales. De ahí que indaguemos la importancia decisiva de la organización político-social para explicar la postergación de los pueblos.
La pobreza es de interés de toda la humanidad, no sólo de los que la padecen.
Necesidad de una teoría más amplia
Diferencias tan singulares entre naciones y personas no encuentran explicación en la teoría económica tradicional, la neoclásica. Abandonando supuestos liminares de ese modelo reconocemos que los hombres no poseen la misma información ni la libertad de ejercer su voluntad.
Las naciones florecientes crean ambientes culturales que refuerzan el respeto a las cualidades humanas. Derechos individuales de decisión cuyo reverso es la riqueza. Esos países se diferencian de los rezagados por la protección que las instituciones brindan al individuo. Sólo hay pobreza donde no se sostienen las libertades y los derechos, esto es, la propiedad.
Hasta ahora, ninguna teoría explicaba la pobreza de las naciones ni las diferencias entre ellas. Los economistas neoclásicos han asociado los altibajos de ingresos a causales diversas, especialmente vinculadas con las ganas de trabajar, la disposición de capital y, más recientemente, al capital humano. Estos economistas vaticinaron que el comercio internacional reduciría las disparidades entre los países y que los mercados facilitarían los capitales a quienes más les faltasen, por lo cual las diferencias abrumadoras de ingreso y riqueza se irían atenuando. Lamentablemente, esos pronósticos no se han cumplido. Quizás, por esta razón, las teorías neoclásicas están desacreditadas en el mundo subdesarrollado.
Nuestro enfoque es diferente. La creación de riqueza resulta de un aprendizaje. De aceptar a sus congéneres y aprender a convivir con ellos. Ya que los conocimientos son aplicados en una organización social y política y la libertad alienta mayor información. En efecto, toda relación humana tiene dos caras antagónicas: el conflicto y las ventajas mutuas. Los conflictos, acerca de la disposición de bienes y tareas, dan lugar a actos que mudan las opciones individuales y desvían recursos de la producción. Pujas distributivas constantes, que nunca se aquietan porque siempre es posible dar una vuelta más de tuerca y volver a abusar. Por otro lado, al reconocer al otro y descubrir las ventajas mutuas de la concertación, las partes se benefician intercambiando faltantes recíprocos, generalmente a través de terceros. Estas dos caras se relacionan sólo en la medida que un orden las indague, mitigue el conflicto y realce las ventajas compartidas. Ese es el arte de la convivencia, que debería interesar a los economistas, abogados, sociólogos y políticos. Se sustenta en comunicaciones enmarcadas en organizaciones y el Estado. De ahí que nuestra perspectiva trate conjuntamente a las relaciones económicas, sociales y políticas, porque se complementan en la satisfacción de las necesidades humanas. De este esquema, la economía neoclásica sólo ha considerado parcialmente la cara de las ventajas mutuas, no reconociendo al conflicto, ni la escasez de información o el orden necesario para superarlos.
Estamos presentando un intento integrador, una nueva teoría donde los precios relativos no son la única condicionante de la asignación de recursos, ya que buena parte de las capacidades están dedicadas a medir virtudes y sostener derechos. En razón de los gastos de transacción, el valor de la productividad marginal no es igual para todos los actores ni puede ser la única explicación de las remuneraciones; también inciden los abusos y el crédito que las partes merezcan. Como consecuencia, a iguales tareas corresponden retribuciones diferentes. Contradiciendo nociones básicas de la teoría tradicional se explican los agudos contrastes denunciados.
Bajo esta mirada, la riqueza es el valor de los derechos individuales, resultado de las conductas esperadas. Y no se forja sólo en las fábricas, campos y comercios. Los maestros que abren las mentes, el policía, el juez y el médico que protegen la vida, los legisladores y burócratas que ordenan actividades, las familias que hacen felices a sus miembros, todos contribuyen con el resultado. En dirección opuesta a los neoclásicos, los individuos no determinan ni la mayoría de sus opciones ni de sus logros aislados del conjunto. Por el contrario, el entorno incide de grado sumo. De ser acertada, esta interpretación ayudaría a una comprensión más completa de los problemas sociales.
También resulta curioso que, si bien las ciencias denominadas duras han contribuido con prodigiosas invenciones al progreso de la humanidad, no se indague por qué sus aportes se aceleran a medida que los derechos personales se fortalecen. Ni por qué esos adelantos ocurren donde la libertad permite desplegar profusamente las capacidades personales, afianzada en un entramado institucional, descrito en el capítulo 4. Si los adelantos tecnológicos fueran suficientes ¿por qué subsisten los abismos de pobreza?
Nuestra visión tendría, de ser compartida, repercusiones económicas, sociales y políticas. La humanidad multiplicaría su fortuna muchas veces, especialmente en los territorios más atrasados. A los Estados dominantes les saldrían competidores que reclamarían compartir el poder, como es el caso reciente de China e India. No obstante, y de guisa aparentemente contradictoria, proponemos la cooperación de aquellos Estados para acelerar el proceso. Porque un mundo más rico sería más hospitalario para todos.
Para superar la sumisión a grupos dominantes se necesita labrar, trabajosa y detalladamente, un sistema institucional de convivencia más respetuoso de cada individuo, con independencia de dónde viva. Presentamos evidencias de que los países más pobres pueden salir del atraso cuando enfocan las instituciones con ese objetivo.
Dividimos el texto en cinco partes. En la primera, exponemos las cifras de la pobreza y la prosperidad en el mundo, a lo largo de las divisiones políticas, para dar cuenta de su magnitud y tener indicios de sus causas. Planteamos cuestiones importantes que no han podido ser contestadas por las teorías usuales pero sí con la nuestra.
En la segunda, describimos al proceso de creación de la riqueza como una indagación de los mejores conocimientos individuales. El impacto de las conductas, ideologías y organizaciones. Advertimos que en los derechos individuales que regulan la convivencia están las raíces de las diferentes eficacias entre los países.
En la tercera, exponemos las instituciones que favorecen la coordinación para crear riquezas y salir del atraso. Derechos individuales que se apoyan en mediciones, empresas, organizaciones, familias, mercados, otros garantes y el Estado. La propiedad incluye la de uno mismo, la propia persona con sus cualidades y libertades; el espacio que cada hombre consigue para su actividad en la comunidad.
En la cuarta, examinamos el rol crucial del Estado en el sostén de la libertad y los peligros que conlleva. Las naciones prósperas reconocen las ventajas de la imparcialidad en la defensa de las propiedades y libertades individuales. Incluimos a la moneda, la justicia, instituciones políticas, administración, la garra de la corrupción y aquellos intercambios que menos se han desarrollado: la competencia de soberanías.
En la quinta y última parte, presentamos nuestra mirada de la ética, la esquiva flor de la confianza, el armazón institucional modelo y proponemos incentivar el interés de los dirigentes políticos en la riqueza de su pueblo. Socializar al Estado para privatizar la propiedad.
En suma, exponemos una estructura que acelere el aprendizaje para la convivencia y sacuda el yugo de la indigencia.
Según Isaac Newton, la civilización se ha ido construyendo sobre las espaldas de gigantes. En este caso, los aportes de los Premio Nóbel James Buchanan, Ronald Coase, Frederick Hayek, Daniel Kahneman, Douglass North, Herbert Simon y Vernon Smith, junto con los profesores Armen Alchian, Yoram Barzel, Robert Cooter, Barry Weingast, Oliver Williamson y el padre de la teoría de las comunicaciones Claude Shannon han sido fundamentales. Más cada uno de los autores mencionados en la bibliografía ha contribuido con ideas y datos relevantes.
El premio Nóbel Theodore Schultz fue el primero que me confirmó que había una salida a la pobreza, que la naturaleza no es la restricción relevante sino la calidad de la gente, en sus clases de la Universidad de Chicago. Después de tantos años, este estudio lo corrige sutilmente. Lo singular es el respeto a los partícipes en todas las relaciones y la calidad de la coordinación de las actividades humanas. La convivencia, en donde el buen trato al otro se premia con el trato exquisito para uno mismo. La libertad de indagar y elegir el camino para conseguir los valores personales preferidos.
Introducción
Si la miseria de los pobres
No fuera consecuencia de las leyes de la naturaleza
Si no de nuestras instituciones,
Grande sería nuestro pecado.
Charles Darwin
¿Porqué hay países ricos y países pobres?
¿Qué distingue a unos de otros? ¿Porqué las diferencias son tan marcadas?
Asombra que el país de residencia sea la mejor explicación de las diferencias de ingresos en el mundo. El 83% de la humanidad habita en países que apenas producen el 10% del ingreso mundial, en amplio contraste con el 17% remanente, que vive en las naciones más prósperas y logra el 90% del total de los ingresos. En 2004, el 10% de los seres humanos, los habitantes de los países más pobres, ganó $ 264; mientras otro 10%, residente de las naciones más prósperas, ganó $ 37.600. Naturalmente, llama la atención esa brecha tremenda entre los logros de unos y de otros. Y que se haya acentuado en las tres últimas décadas, justo cuando más recursos se volcaron a achicar la pobreza.
Entidades financieras multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional y sus asociados Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Africano y Banco Asiático han invertido sumas formidables para promover el desarrollo y erradicar la pobreza. También, las naciones más poderosas del planeta y múltiples organizaciones destinan fondos considerables para ayudar a los carenciados. Sin embargo, esos esfuerzos no han sido satisfactorios ¿Cuál es la falla? ¿Por qué se acentúa la miseria? ¿Cómo explicar qué la mayoría de la humanidad sigue sumida en la pobreza?
Comprobamos que simplemente trasponiendo fronteras políticas se consiguen resultados bien diferentes y no parece razonable que esos límites se hayan trazado exactamente por la divisoria de los recursos naturales. De ahí que indaguemos la importancia decisiva de la organización político-social para explicar la postergación de los pueblos.
La pobreza es de interés de toda la humanidad, no sólo de los que la padecen.
Necesidad de una teoría más amplia
Diferencias tan singulares entre naciones y personas no encuentran explicación en la teoría económica tradicional, la neoclásica. Abandonando supuestos liminares de ese modelo reconocemos que los hombres no poseen la misma información ni la libertad de ejercer su voluntad.
Las naciones florecientes crean ambientes culturales que refuerzan el respeto a las cualidades humanas. Derechos individuales de decisión cuyo reverso es la riqueza. Esos países se diferencian de los rezagados por la protección que las instituciones brindan al individuo. Sólo hay pobreza donde no se sostienen las libertades y los derechos, esto es, la propiedad.
Hasta ahora, ninguna teoría explicaba la pobreza de las naciones ni las diferencias entre ellas. Los economistas neoclásicos han asociado los altibajos de ingresos a causales diversas, especialmente vinculadas con las ganas de trabajar, la disposición de capital y, más recientemente, al capital humano. Estos economistas vaticinaron que el comercio internacional reduciría las disparidades entre los países y que los mercados facilitarían los capitales a quienes más les faltasen, por lo cual las diferencias abrumadoras de ingreso y riqueza se irían atenuando. Lamentablemente, esos pronósticos no se han cumplido. Quizás, por esta razón, las teorías neoclásicas están desacreditadas en el mundo subdesarrollado.
Nuestro enfoque es diferente. La creación de riqueza resulta de un aprendizaje. De aceptar a sus congéneres y aprender a convivir con ellos. Ya que los conocimientos son aplicados en una organización social y política y la libertad alienta mayor información. En efecto, toda relación humana tiene dos caras antagónicas: el conflicto y las ventajas mutuas. Los conflictos, acerca de la disposición de bienes y tareas, dan lugar a actos que mudan las opciones individuales y desvían recursos de la producción. Pujas distributivas constantes, que nunca se aquietan porque siempre es posible dar una vuelta más de tuerca y volver a abusar. Por otro lado, al reconocer al otro y descubrir las ventajas mutuas de la concertación, las partes se benefician intercambiando faltantes recíprocos, generalmente a través de terceros. Estas dos caras se relacionan sólo en la medida que un orden las indague, mitigue el conflicto y realce las ventajas compartidas. Ese es el arte de la convivencia, que debería interesar a los economistas, abogados, sociólogos y políticos. Se sustenta en comunicaciones enmarcadas en organizaciones y el Estado. De ahí que nuestra perspectiva trate conjuntamente a las relaciones económicas, sociales y políticas, porque se complementan en la satisfacción de las necesidades humanas. De este esquema, la economía neoclásica sólo ha considerado parcialmente la cara de las ventajas mutuas, no reconociendo al conflicto, ni la escasez de información o el orden necesario para superarlos.
Estamos presentando un intento integrador, una nueva teoría donde los precios relativos no son la única condicionante de la asignación de recursos, ya que buena parte de las capacidades están dedicadas a medir virtudes y sostener derechos. En razón de los gastos de transacción, el valor de la productividad marginal no es igual para todos los actores ni puede ser la única explicación de las remuneraciones; también inciden los abusos y el crédito que las partes merezcan. Como consecuencia, a iguales tareas corresponden retribuciones diferentes. Contradiciendo nociones básicas de la teoría tradicional se explican los agudos contrastes denunciados.
Bajo esta mirada, la riqueza es el valor de los derechos individuales, resultado de las conductas esperadas. Y no se forja sólo en las fábricas, campos y comercios. Los maestros que abren las mentes, el policía, el juez y el médico que protegen la vida, los legisladores y burócratas que ordenan actividades, las familias que hacen felices a sus miembros, todos contribuyen con el resultado. En dirección opuesta a los neoclásicos, los individuos no determinan ni la mayoría de sus opciones ni de sus logros aislados del conjunto. Por el contrario, el entorno incide de grado sumo. De ser acertada, esta interpretación ayudaría a una comprensión más completa de los problemas sociales.
También resulta curioso que, si bien las ciencias denominadas duras han contribuido con prodigiosas invenciones al progreso de la humanidad, no se indague por qué sus aportes se aceleran a medida que los derechos personales se fortalecen. Ni por qué esos adelantos ocurren donde la libertad permite desplegar profusamente las capacidades personales, afianzada en un entramado institucional, descrito en el capítulo 4. Si los adelantos tecnológicos fueran suficientes ¿por qué subsisten los abismos de pobreza?
Nuestra visión tendría, de ser compartida, repercusiones económicas, sociales y políticas. La humanidad multiplicaría su fortuna muchas veces, especialmente en los territorios más atrasados. A los Estados dominantes les saldrían competidores que reclamarían compartir el poder, como es el caso reciente de China e India. No obstante, y de guisa aparentemente contradictoria, proponemos la cooperación de aquellos Estados para acelerar el proceso. Porque un mundo más rico sería más hospitalario para todos.
Para superar la sumisión a grupos dominantes se necesita labrar, trabajosa y detalladamente, un sistema institucional de convivencia más respetuoso de cada individuo, con independencia de dónde viva. Presentamos evidencias de que los países más pobres pueden salir del atraso cuando enfocan las instituciones con ese objetivo.
Dividimos el texto en cinco partes. En la primera, exponemos las cifras de la pobreza y la prosperidad en el mundo, a lo largo de las divisiones políticas, para dar cuenta de su magnitud y tener indicios de sus causas. Planteamos cuestiones importantes que no han podido ser contestadas por las teorías usuales pero sí con la nuestra.
En la segunda, describimos al proceso de creación de la riqueza como una indagación de los mejores conocimientos individuales. El impacto de las conductas, ideologías y organizaciones. Advertimos que en los derechos individuales que regulan la convivencia están las raíces de las diferentes eficacias entre los países.
En la tercera, exponemos las instituciones que favorecen la coordinación para crear riquezas y salir del atraso. Derechos individuales que se apoyan en mediciones, empresas, organizaciones, familias, mercados, otros garantes y el Estado. La propiedad incluye la de uno mismo, la propia persona con sus cualidades y libertades; el espacio que cada hombre consigue para su actividad en la comunidad.
En la cuarta, examinamos el rol crucial del Estado en el sostén de la libertad y los peligros que conlleva. Las naciones prósperas reconocen las ventajas de la imparcialidad en la defensa de las propiedades y libertades individuales. Incluimos a la moneda, la justicia, instituciones políticas, administración, la garra de la corrupción y aquellos intercambios que menos se han desarrollado: la competencia de soberanías.
En la quinta y última parte, presentamos nuestra mirada de la ética, la esquiva flor de la confianza, el armazón institucional modelo y proponemos incentivar el interés de los dirigentes políticos en la riqueza de su pueblo. Socializar al Estado para privatizar la propiedad.
En suma, exponemos una estructura que acelere el aprendizaje para la convivencia y sacuda el yugo de la indigencia.
Según Isaac Newton, la civilización se ha ido construyendo sobre las espaldas de gigantes. En este caso, los aportes de los Premio Nóbel James Buchanan, Ronald Coase, Frederick Hayek, Daniel Kahneman, Douglass North, Herbert Simon y Vernon Smith, junto con los profesores Armen Alchian, Yoram Barzel, Robert Cooter, Barry Weingast, Oliver Williamson y el padre de la teoría de las comunicaciones Claude Shannon han sido fundamentales. Más cada uno de los autores mencionados en la bibliografía ha contribuido con ideas y datos relevantes.
El premio Nóbel Theodore Schultz fue el primero que me confirmó que había una salida a la pobreza, que la naturaleza no es la restricción relevante sino la calidad de la gente, en sus clases de la Universidad de Chicago. Después de tantos años, este estudio lo corrige sutilmente. Lo singular es el respeto a los partícipes en todas las relaciones y la calidad de la coordinación de las actividades humanas. La convivencia, en donde el buen trato al otro se premia con el trato exquisito para uno mismo. La libertad de indagar y elegir el camino para conseguir los valores personales preferidos.
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